Sherry Blake
Destruida Por La Venganza - Kindle
Destruida Por La Venganza - Kindle
Feretti Syndicate Series - Spanish Edition, Book 1
⭐⭐⭐⭐⭐ 1100+ 5-Star Reviews
«Los hombres muertos no se enamoran».
Hace doce años, mi mundo se acabó.
Mi esposa. Mi hijo nonato. Desaparecidos.
Los enterré junto al hombre que solía ser, y lo que surgió de las cenizas era frío, despiadado, inquebrantable. Tenía que serlo.
El dolor me enseñó que debía proteger al resto de mi familia. Me enseñó que no merecía más.
Así que cuando Byron Easton me ofrece a su hija como precio de una tregua, la acepto.
No porque la quiera.
Porque quiero control. Poder. Venganza.
Pero Zoe no es solo otra pieza de ajedrez.
Es hermosa. Tentadora. Peligrosa de maneras que no puedo nombrar.
Y cada vez que la dejo acercarse, me pregunto si no estaré invitando a otro cuchillo en mi espalda.
Juré que nunca volvería a amar.
Creí que esa parte de mí murió con Bianca. Pero con Zoe, puedo sentir las grietas formándose.
Y si me traiciona…
No sobreviviré.
Destruida Por La Venganza es una novela completa de mafia oscura, matrimonio forzado, enemigos a amantes cargada de venganza, traición, secretos, mentiras y sobre todo, un montón de calor abrasador. Sin engaños y con final feliz garantizado.
Este es el primer libro de la serie de mafia Sindicato Feretti. Cada libro de esta serie presenta una pareja diferente y puede leerse de forma independiente, pero para el máximo disfrute, sigue el orden de lectura recomendado.
Chapter 1 Look Inside
Chapter 1 Look Inside
Capítulo 1
Damiano
El agua caliente me golpea la piel y se lleva la tensión del día. La villa del campo siempre ha sido nuestro santuario, el de Bianca y el mío. Lejos de la ciudad, lejos del negocio familiar, lejos de la sangre y la violencia que siguen al apellido Feretti como una sombra.
Cierro el grifo y salgo de la ducha, enrollándome una toalla en la cintura. Las gotas de agua caen en cascada por mi pecho y se detienen en viejas cicatrices; cada una de ellas, una historia de supervivencia.
—¿Bianca? —la llamo, esperando que su voz me llegue de vuelta.
Nada.
—¿Bianca, amore? —vuelvo a intentarlo, esta vez más alto.
El silencio se alarga, roto solo por el goteo del agua de mi pelo sobre el suelo.
Algo no va bien.
Bianca siempre responde. Siempre.
Mis músculos se tensan mientras el instinto se apodera de mí. Cojo otra toalla y me seco rápidamente, aguzando el oído en busca de cualquier sonido en la casa. Este silencio no es normal; es denso y amenazador.
Me pongo unos pantalones, sin molestarme en ponerme una camiseta, y me dirijo a la mesilla de noche. El cajón se desliza en silencio y deja a la vista mi Beretta. El metal está frío contra la palma de mi mano; una sensación familiar y reconfortante.
—¿Bianca? —la llamo una vez más, aunque ya sé que no va a responder.
Compruebo el cargador y meto una bala en la recámara. El clic metálico resuena en el dormitorio.
Me muevo por nuestro dormitorio con silenciosa precisión, mis pies descalzos no hacen ruido sobre el suelo pulido. Noto la villa diferente, como si algo no encajara.
El pasillo se extiende ante mí, con sombras que danzan en las paredes por la luz del atardecer que se filtra a través de las cortinas a medio correr. Pego la espalda a la pared, con la Beretta baja pero lista para disparar.
Entonces lo oigo.
Un suave gemido rompe el silencio. Es la voz de Bianca, pero no del modo en que querría oírla jamás. No es un sonido de placer ni siquiera de fastidio. Es miedo. Puro e inconfundible.
Se me hiela la sangre en las venas mientras la rabia inunda mi cuerpo. Alguien ha traído el miedo a mi casa. Alguien ha hecho llorar a mi mujer.
Ahora me muevo más rápido, aún en silencio pero con una intención letal. El salón está delante, justo a la vuelta de la esquina. Me llega otro sonido: la voz de un hombre, grave y amenazadora. Un desconocido. No es uno de mis hombres.
—Por favor —suplica Bianca con la voz quebrada—. Por favor, no…
Miro por la esquina, manteniendo la mayor parte de mi cuerpo oculta. La escena que tengo delante me para el corazón durante un terrible instante.
Bianca está en el centro de nuestro salón, con el rostro surcado de lágrimas y el rímel corriéndole por las mejillas. Tiene las manos levantadas en un gesto de súplica y el cuerpo le tiembla. Pero lo que hace que la furia me nuble la vista es el desconocido que está detrás de ella.
Entro en el salón, con la Beretta en alto, y mi visión se centra en el hombre que retiene a mi mujer. Es alto, va vestido de negro y tiene una cara que no reconozco, lo que significa que no es de ninguna de las familias de Nueva York. No es alguien con quien me haya cruzado antes.
—Suéltala —digo con una calma mortal. El tipo de calma que asusta a mis enemigos más que mis gritos.
Le está apuntando a la sien a Bianca con una pistola. Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de terror pero también de alivio. Mi preciosa esposa, embarazada de cinco meses de nuestro hijo. El pecho se me oprime con una rabia tan intensa que casi me ciega.
—Damiano —susurra ella.
—Tranquila, amore —le digo sin apartar la vista del intruso—. Todo va a salir bien.
El hombre aprieta más a Bianca, usándola como escudo. Menudo aficionado. Si fuera un profesional, sabría que aun así puedo acertar el disparo.
—¿Quién eres? —exijo con la Beretta firme en mi mano—. ¿Qué quieres?
Sus labios se curvan en una sonrisa que no le llega a los ojos. —Soy…
Un dolor agudo y explosivo estalla en la base de mi cráneo. Veo estrellas mientras me tambaleo hacia delante. Joder. Hay un segundo intruso. No he despejado la habitación correctamente. Error de novato.
Lucho por mantenerme consciente; la vista se me nubla mientras me esfuerzo por mantener la Beretta apuntando al hombre que retiene a Bianca. Mi dedo tiembla en el gatillo. Tengo que disparar. Tengo que…
Un estruendo ensordecedor resuena en la habitación.
Luego otro.
Un tercer disparo retumba en mis oídos.
Tres disparos. ¿Por qué tres?
El mundo se inclina. La oscuridad se precipita desde los bordes de mi visión como tinta negra derramada sobre un papel. El grito de Bianca lo atraviesa todo, pero suena distante, como si me llamara desde el final de un largo túnel.
—¡DAMIANO!
Su voz se desvanece mientras pierdo el conocimiento.
Oscuridad. Absoluta y total.
Me incorporo de golpe con un rugido que se me desgarra en la garganta. El sudor empapa las sábanas. Mi mano vuela a la mesilla de noche y mis dedos se cierran en torno a mi Beretta antes de que esté del todo despierto.
Tres segundos. Eso es lo que tardo en darme cuenta de que estoy en mi dormitorio de Nueva York. No en la villa del campo. No hace doce años.
—Joder —mascullo, pasándome la mano libre por la cara.
La misma pesadilla. Otra vez.
El reloj de la mesilla de noche marca las 3:17. Los números rojos brillan en la oscuridad, acusadores. Otra noche de sueño interrumpido.
Dejo la pistola y bajo las piernas de la cama. El aire fresco golpea mi piel sudorosa y me pone la piel de gallina en los brazos y la espalda. Mi respiración se ralentiza poco a poco, pero las imágenes siguen grabadas en mi mente.
Bianca. Los intrusos. La pistola en su sien.
Y esos tres disparos.
Siempre tres. ¿Por qué coño hubo tres?
Unos suaves golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos.
—¿Qué? —gruño, sin molestarme en suavizar la voz. Quienquiera que me moleste a estas horas sabe a lo que se expone.
La puerta se abre y la silueta de Enzo aparece en el umbral. Está completamente vestido a pesar de la hora, lo que significa que o estaba trabajando hasta tarde o acaba de llegar.
—He creído oír algo —dice, entrando en la habitación. La tenue luz del pasillo proyecta largas sombras sobre su rostro—. ¿Estás bien?
Alcanzo la lámpara y la enciendo, inundando la habitación de una luz cruda. —Estoy bien.
—Una mierda —dice él, sin más.
Me levanto y me acerco a la ventana. Retiro la cortina para mirar la ciudad a mis pies. Manhattan nunca duerme, sus luces brillan como estrellas caídas a la tierra. Yo tampoco, por lo que se ve.
—No es nada —mascullo.
—¿Otra vez las pesadillas? —pregunta Enzo, sin dejarlo pasar. Cabezota de mierda.
No respondo, lo que es respuesta suficiente.
—Últimamente las tienes más a menudo —dice, adentrándose más en la habitación—. La tercera vez esta semana.
—¿Ahora llevas un puto diario de mis patrones de sueño? —le espeto, volviéndome para mirarlo.
Enzo ni se inmuta. Es una de las pocas personas que nunca lo hace. —Alguien tiene que darse cuenta de esta mierda.
Cojo una camiseta del respaldo de una silla y me la pongo. —¿Darse cuenta de qué? ¿De que me cuesta dormir? Bienvenido al puto negocio familiar.
—Esto no es solo que te cueste dormir, Damiano. —Se apoya en la pared, cruzándose de brazos—. Estas pesadillas te están golpeando más fuerte y son cada vez más frecuentes. Desde que empezamos las negociaciones con los Easton.
—Coincidencia —digo, pero la palabra sabe a ceniza en mi boca.
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Feretti Syndicate Series - Spanish Edition Reading Order
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1. Destruida Por La Venganza
2. Destruida Por La Sangre
3. Destruida Por La Rapsodia
4. Destruida Por La Captura
5. Destruida Por La Protección
6. Destruida Por El Arrebato
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